Hay cosas en la vida que son invalorables y la semana pasada me pasó una de esas. Hace tiempo que estábamos detrás de poder concretar una cita con José María Olazábal para el programa Paco Alemán Confidencial. La tarea no fue sencilla por el calendario del español, pero finalmente fijamos día y hora para hacerla en Augusta el viernes anterior a la semana del Masters.
No me caía muy bien la fecha porque tenía un compromiso familiar el sábado en Ponte Vedra, pero no podía perder la oportunidad de sentarme con Chema. Hicimos el viaje el jueves, llegamos a la casa que la producción había alquilado, el set quedó armado en el living y salimos a dar una vuelta por Augusta, lugar que la producción no conocía. El club estaba cerrado todavía, pero igual la pasada por Washington Road era obligada para poder mostrar dónde quedaba este famoso club.
El viernes era el día de la entrevista (les recomiendo que no se la pierdan) y la hora fijada eran las 14.30, con lo que teníamos toda la mañana libre. Era también el día de práctica de las damas que jugaban el Augusta National Women’s Amateur y el club ya abría las puertas. Fui a acreditarme y cuando entré por el parking de prensa siempre me recuerdo a mí mismo que hay alrededor de 70 millones de golfistas que morirían por estar aquí. Eso lo hago todos los años para darle la verdadera dimensión al hecho de venir al Masters desde 1994. Luego de la acreditación emprendí el camino hacia la cancha y allí llegó el momento del que les hablaba al principio.
En todos estos años yo normalmente llegaba el domingo previo en donde siempre hay jugadores practicando y socios jugando la cancha. Ya desde hace varias temporadas el Drive, Chip & Putt hace que el domingo sea un día de muchísima actividad en el club y con todas las familias de los chicos acompañando a sus hijos. Es un día más tranquilo comparado a lo que sucede a partir del lunes, pero hay bastante gente. También pude conocer Augusta National G.C. algunos lunes después del Masters cuando me tocó jugar. La paz del lugar te impacta, pero el hecho que alrededor de 40 mil personas durante una semana caminaron por allí hace que el lugar no se vea tan perfecto. Esta vez experimenté algo nuevo.
Les decía que salí del Press Building y caminé por la calle por donde entra la mayoría del público a partir del lunes. Ese trayecto deja a mano derecha el nuevo edificio de administración y algunos lugares de hospitalidad, mientras que a la izquierda uno va viendo la zona de práctica del Masters. No había nadie, y cuando les digo nadie, quiero decir cero personas. Son unos 300 metros y no solo no me crucé con ninguna persona, sino que tampoco había nadie haciendo algún trabajo de mantenimiento. Llegué hasta el final y doblé a la derecha para recorrer otros 100 metros, pasar frente al Pro-Shop (cerrado ese día) y llegar al tablero que te recibe cuando llegas al campo. Allí había 4 marshalls charlando, y luego de intercambiar los saludos de rutina, encaré para el tee del 1. Allí llegué justo cuando Anna Davis, ganadora en 2022 del torneo, estaba por pegar. Me encontré con quien por años fue el Head Pro del club, casado con una argentina, charlamos un rato, y me contó algunas de las novedades que nos traerá el Masters para esta edición. De allí al tee del 1 del campeonato, las mujeres pegan de un tee bastante más adelante, y vi algo que no había visto nunca: Augusta National Golf Club en estado inmaculado, sin nadie en el campo y en una mañana de sol radiante. Fue en ese momento en donde por primera vez sentí una sana envidia hacia los socios de este club. Poder disfrutar de este lugar durante buena parte del año debe ser algo tan increíble como irreal. Digo esto porque no creo que haya otra cancha de golf en el mundo, con la historia de este lugar, que te haga sentir lo que me corrió por el cuerpo en ese momento. No me pidan que lo describa porque es algo mucho más espiritual que físico, y pasó por darme cuenta de que todavía después de más de 30 años Augusta tiene cosas por descubrir.
Siempre dije que todo golfista debería tener derecho, aunque sea una vez en la vida, de poder entrar y ver este lugar. La semana del torneo es extraordinaria, pero el jueves previo antes que el club reciba el aluvión de gente es algo imposible de explicar