El US Open vuelve a Pinehurst y será la cuarta vez que el campeonato se juegue en la obra maestra de Donald Ross. Un lugar único, con 10 canchas para disfrutar, en donde se respira golf desde el momento en que uno llega al Village of Pinehurst No importa si uno está en uno de los campos, en los hoteles, negocios o restaurantes. Al igual que en St.Andrews, el golf es el único tema en Pinehurst.
Ubicado en el centro de Carolina del Norte, Pinehurst ha sido desde sus inicios uno de los lugares elegidos por los golfistas para realizar los viajes de amigos, pero cuando en 1999 el US Open llegó aquí por primera vez, el lugar y la cancha #2 cobraron otra dimensión. Los que ya la conocían disfrutaron por televisión de uno de sus lugares favoritos, mientras que los que descubrían Pinehurst por primera vez se maravillaban con una de las grandes canchas de los Estados Unidos.
Donald Ross diseñó y construyó canchas por todo el país, pero eligió Pinehurst como su lugar en el mundo. Allí tuvo su residencia por mucho tiempo y fue en esos bosques de pinos y arena que diseñó su obra maestra: Pinehurst #2. La cancha volverá a ser el escenario del US Open y el que levante el trofeo el domingo habrá ganado en uno de los lugares sagrados del golf de Estados Unidos.
No es fácil describir el diseño de Donald Ross, porque se entiende mucho más cuando uno camina por los fairways y empieza a descubrir los desafíos que presenta el trazado. Una cancha que cuando juega firme y rápida muestra todas sus garras, algo que parece que así será este año ya que el pronóstico del tiempo es de calor y sin lluvias para la semana (ojalá acierten).
Pinehurst es una cancha de segundos golpes. Esto quiere decir que aquel que esté muy fino con los hierros tendrá alguna ventaja sobre el resto. Por supuesto que hay que pegar bien desde el tee, pero los fairways son lo suficientemente amplios y no intimidan, pero el menor error con un golpe al green puede resultar en una catástrofe.
La cancha fue restaurada por el dúo Coore/Crenshaw hace algunos años y la idea fue devolverla a su “look” original. Esto se tradujo en que la cancha tiene ahora solo una línea de riego en el centro de los fairways, las áreas a los costados tienen un aspecto mucho más natural, en donde la arena y los penachos volvieron a jugar un papel importante. Los bunkers fueron vueltos a su diseño original y Pinehurst recobró su esencia.
Es difícil encontrar un hoyo que sobresalga por sobre el resto en Pinehurst, pero los par-s3 son para mi gusto de lo mejor que hay en canchas de US Open. El 6 que puede jugar hasta 228 yardas fue el hoyo más difícil la última vez que el campeonato llegó aquí, 15 y 17 que mucho tuvieron que ver con la definición en 1999, y el 9 que es mi hoyo favorito de la cancha. Solo 184 yardas con un green en dos niveles y bunkers que enmarcan el green en forma perfecta.
Será un US Open diferente a lo que estamos acostumbrados. Un US Open sin rough, en donde los que fallen los fairways se encontrarán con otros problemas quizás más penalizantes que el pasto alto de otras sedes, con greens que son platos invertidos que expulsan la pelota al más mínimo error, y con las áreas alrededor de los greens con muchísima pendiente (la de la izquierda del 8 es brutal).
El tercer major del año ya está con nosotros. Disfruten Pinehurst #2.