Julio de 1970. St.Andrews. The Open. Luego de un final increíble, Jack Nicklaus y Doug Sanders se enfrentan 24 horas más tarde en un playoff a 18 hoyos. El “Oso Dorado” llega con uno de ventaja al tee del 18. El viento sopla a favor y la cancha está muy corredora. Nicklaus se saca el sweater amarillo con el que jugó todo el día para tener más movilidad. El golpe de salida es perfecto. Tanto, que la pelota pica fuerte en el fairway, sube al green y no termina fuera de límites por el alto rough que había aquel día en la loma que está detrás del green. Unos minutos más tarde Jack logra el birdie y gana su segundo Open (vale la pena ver el video en YouTube).
El hoyo mide hoy 357 yardas y es exactamente igual que en aquel año 70. Nadie, por aquellos días, se horrorizó de la distancia que pegó Nicklaus (mucho menos Jack), si no que por el contrario todos aplaudieron y resaltaron la habilidad de Jack para poder pegar esa distancia. Pegar largo es una gran virtud y una habilidad que pocos desarrollan. Es una ventaja indiscutible. Jones, Hogan, Nicklaus y Tiger fueron en sus épocas mucho más largos desde el tee que el resto y esa fue una de las razones por las cuales dominaron de la forma que lo hicieron. No es casualidad. Tampoco es casualidad que cada uno en su tiempo no se haya quejado de lo lejos que iba la pelota. Dicho esto, vamos a lo que nos ocupa por estos días.
Las dos entidades rectoras del golf mundial emitieron un comunicado hace tiempo en donde dejan abierta la posibilidad para que los torneos de profesionales y aficionados de elite tengan un tratamiento diferencial. El tema en cuestión es la pelota y es probable entonces que veamos torneos en donde los jugadores deban usar una pelota que vuele un X% menos que las actuales.
Hace muchos años que esto es tema de discusión y justamente quien más peleó para frenar el avance de la pelota fue Jack Nicklaus, pero me parece que la historia comienza en los años 80’ y hasta allí tenemos que remontarnos.
Por aquellos días el aficionado de alto hándicap jugaba con las pelotas llamadas de dos piezas, mientras que los profesionales y los muy buenos amateurs lo hacían con la comunmente denominada de balata. Esto hacía referencia a una pelota con núcleo líquido, recubierta con infinitas banditas elásticas y con una cáscara exterior muy blanda. Todos estos componentes daban un mayor control de la pelota y les permitía a los muy buenos jugadores ponerle muchísimo efecto a sus golpes alrededor del green, teniendo un mayor control. Sin embargo, esta pelota tenía dos desventajas muy marcadas: la primera era que la cáscara se rompía con muchísima facilidad y los profesionales llegaban a usar seis pelotas por ronda, mientras que la segunda era que, así como tomaba muchísimo efecto, si el golpe no era preciso la dispersión hacia los costados era enorme. Ninguno de estos dos problemas existía con la otra pelota, que no solo duraba muchísimo, sino que al tomar menos efecto hacía que fuera más difícil desviarla. Además de esto la pelota de dos piezas iba mucho más lejos que la de balata, sobre todo viento en contra.
Todo era cuestión de tiempo hasta que alguien descubriera la fórmula para que esas pelotas de dos piezas tuvieran las virtudes de las otras. Bridgestone y Titleist fueron los pioneros en la materia y cuando Tiger arrasó con el US Open en Pebble Beach lo hizo jugando con un nuevo prototipo de la marca japonesa. El problema de Bridgestone fue que no tenía la capacidad para producirla en forma masiva, algo que sí tenía Titleist, que al mismo tiempo estaba terminando de probar la pelota que cambió el juego. En octubre de ese año 2000, Billy Andrade ganó en Las Vegas con la nueva pelota de Titleist. Allí nació la ProV1 y ya nada fue igual.
Dicho esto, si pensamos que solo la pelota es la culpable de todos los males estaremos muy equivocados. Los golfistas solemos tener mala memoria para las cosas que no nos convienen y los invito a que repasemos el avance tecnológico que hubo en los palos de golf. Así entenderemos mejor que la llegada de la ProV1 fue una revolución, pero que el arribo de un nuevo driver a fines de los 80 fue el verdadero comienzo del cambio en el juego.
Ely Callaway fue el fundador de una compañía, que se dedicaba en un principio a fabricar wedges y putters con vara de madera, pero a fines de los 80´ alguien le trajo la idea de un nuevo driver. Eran épocas todavía en donde los golfistas debatían si los drivers metálicos eran superiores a los de madera y a los puristas les costaba aceptar el cambio. Al igual que pasó con la pelota, no fue el driver de mayor éxito el primero en aparecer en el mercado. La firma japonesa Yonex presento un driver de cabeza enorme para la época, que tenía la particularidad que casi no hacía ruido cuando el jugador golpeaba la pelota. No tuvo mucha aceptación entre los jugadores, pero el concepto ya estaba dando vueltas y a finales de esa década llegó la revolución de la mano de Callaway.
Hay que estar muy demente o muy seguro de algo para bautizar a un palo de golf con el nombre de un cañón de la Segunda Guerra Mundial. Big Bertha llegó al mercado y todos lo miramos con desconfianza. No era solo el nombre, sino que su forma tenía poco que ver con los diseños convencionales. Los puristas desconfiamos, los de avanzada lo adoptaron rápidamente. Los puristas nos dimos cuenta enseguida que había que migrar a la nueva tecnología. El golf cambió, se hizo mucho más sencillo encontrar el “sweet spot” en estos drivers, la pelota levantaba vuelo mucho más rápido y lo más importante, iba más lejos. Al poco tiempo llegó el Great Big Bertha y el volumen de las cabezas de los drivers llegó a fines de siglo a los 360cc. Si ese tamaño era enorme comparado con las cabezas de madera o incluso de los primeros de metal, imaginen poner hoy uno de 460cc al lado de aquellos palos de los 80´.
Al cambio en los drivers hay que agregarle el avance monumental que hubo en las varas. En aquellos años 70´ cuando empecé a jugar era solo regular, stiff o extra stiff. Hace ya muchos años que existen infinitas posibilidades de combinar diferentes varas con las cabezas de los palos. Otro gran avance es todo el tema fitting y la posibilidad que tiene el golfista de encontrar el palo adecuado con la vara perfecta para las características de su swing, algo que solo es posible por los nuevos radares que te permiten en décimas de segundo tener todos los datos posibles de cada golpe que uno ejecuta. Por último, no podemos comparar los cuerpos de los golfistas de hoy con los de la década del 80´. Stadler, Floyd o Trevino no pueden empezar a compararse con Tiger, Koepka o Thomas. Es cierto que estos últimos muchas veces padecen de lesiones por exceso de gimnasio, pero es un aspecto en donde le sacan mucha ventaja a los anteriores. Todo esto nos lleva a concluir y entender que no es solo la pelota la que causó el aumento en la distancia que pegan hoy los jugadores del tour y que hizo que muchas de las buenas canchas quedaran obsoletas.
Si vemos el avance en las distancias de los jugadores del Tour, veremos que en el año 1987 John McComish era el líder con 283 yardas de promedio, John Daly pegaba 301 de promedio en 2000, Robert Garrigus 315 en 2010 y Bryson DeChambeau terminó promediando 322 en 2020. Todos ellos terminaron como líderes en distancia esas temporadas, pero si vamos al promedio de score veremos que en 1987 fue David Frost quien lidero esa categoría con 70.09, en 2000 fue Tiger el líder con 67.79 (el mejor de toda la historia y casi 2 golpes menos que Mickelson que terminó como escolta), en 2010 Matt Kuchar tuvo una media de 69.60 y en 2020 el líder fue Webb Simpson con 68.97. Todos estos números muestran que, si bien las distancias se incrementaron en un 14% de 1987 a 2020, el score promedio bajó apenas un golpe entre lo alcanzado por Frost y Simpson. Me olvido de lo de Tiger porque esto aplica solo a los mortales.
Es cierto también que las canchas se fueron estirando y que Augusta por ejemplo pasó de poco menos de 7000 yardas a 7500, mientras que otras canchas de majors también tuvieron que ser estiradas para mantener cierto grado de dificultad. También es verdad que los scores con los que se gana en el tour son ridículamente bajos, pero siempre hay excepciones que nos mandan un mensaje. Bay Hill es una cancha de par 72 con cuatro par-5 en donde los jugadores llegan en dos golpes sin problemas. Todos pensaran que allí habría que llegar a 20-bajo par para ganar, pero no es así. Greens firmes y rough alto fueron suficientes para que Kitayama ganara con -9; o el caso hace pocas semanas en el Valspar Championship en donde el novato Taylor Moore solo necesito anotar -10 para levantar su primer trofeo. Moraleja, no hace falta para mi hacer retroceder la pelota, sino que hay que presentar canchas un poco más competitivas en donde pegar 350 yardas no sea el único argumento para ganar. Creo que una mejor forma de evitar también las distancias increíbles que alcanzan los jugadores sería la de reducir el tamaño de las cabezas de los drivers. Hoy el famoso “Sweet spot” es tan grande que casi no importa pegarle en la punta, en el centro o en el taco, porque la pelota va a salir fuerte igual. Achiquemos las cabezas de los drivers, pongamos un límite digamos en 280cc y el que encuentre el centro de la cabeza del palo haciendo el swing a 120 mph bien ganado tiene el premio de pegar 320 yardas. Hacer volar menos la pelota es la solución más fácil y creo que no la más inteligente.
Todos estos números y argumentos sirven para estar de un lado o del otro de la cuestión, pero a mí solo me queda una pregunta: el US Open (USGA) y The Open (R&A) ¿pondrán como regla local que esos campeonatos deberán jugarse con la nueva pelota que vuela menos? Si los tours alrededor del mundo no adoptan esta regla creo que ni la USGA ni la R&A la adoptarán para sus campeonatos. Si la respuesta de los tours es afirmativa y deciden que sus torneos se jueguen con una pelota que vuele menos, entonces las fábricas deberán ponerse a producir esta nueva pelota que solo la jugarán los profesionales. No veo a ningún amateur comprando una pelota que recorra menor distancia, por lo cual las fábricas tendrán que desarrollar y producir una pelota nueva totalmente a pérdida porque nadie se las va a comprar. Esto se traducirá en que el amateur pagará más caro por la pelota que viene usando hace tiempo, ya que las fábricas de alguna manera deberán cubrir los costos de la nueva pelota.
Para terminar y un tema también a tener en cuenta, queda decir que hoy todos los palos de golf hoy en día son excepcionales y está en el gusto de cada uno elegir uno u otro. Esto es tan cierto como que en el tema de la pelota el dominio de Titleist es abrumador y esto podría traer una cola legal si esta marca cree que ha sido perjudicada por la nueva regla. Recordemos lo que paso cuando las entidades decidieron prohibir los Ping Eye 2 a fines de los 80´ y el problema legal que planteó Karsten Solhein a la USGA y la R&A.
Los jugadores ya se han pronunciado y todos coincidieron en que como mínimo no les gusta la idea. Esto no quedará aquí y ahora vendrá el tiempo de la discusión.
Esta entrada tiene 5 comentarios
Muy interesante el desarrollo y el plateo.
Sin duda alguna, el problema se puede solucionar volviendo a las maderas de madera y acabar con las metálicas. . Desde hace tiempo he venido comentando esto en mis columnas.
Gran nota y detalle. Ojala se resuelva sin mucha conteoversia.
En 1970 fue su segundo Open, tercero el de 1978. Es la cabeza del Drive el Problema. Hoy es el palo mas fácil de la bolsa.
Completamente de acuerdo, muy buen artículo !
Muy buena nota, solvente punto de vista. Fairways más angostos, primer y segundo corte de rought.