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Mi especial recuerdo con De Vicenzo

Mi especial recuerdo con De Vicenzo

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El 14 de abril se cumplieron 100 años del nacimiento de quien fuera uno de los muy grandes del deporte argentino del Siglo XX. Mucho se ha escrito sobre la vida del Maestro, sus logros, su calidad como persona, y es por eso que me pareció que el recuerdo en esta fecha tan importante debía ser desde un lado más personal. Estos son mis recuerdos con Roberto De Vicenzo.

A comienzos de la década del 40´ tuvo hacer el servicio militar y en el sorteo le correspondió Marina. Por supuesto, tuvo que ir a Puerto Belgrano y fue asignado a la cancha de golf, como no podía ser de otra manera. Por aquellos días, un recién egresado de la Escuela Naval tenía su primer destino en aquella base naval y en sus ratos libres empezaba a incursionar en el golf. El Guardiamarina Francisco Agustín Alemán, mi padre, jamás llegó a ser un buen golfista, pero si fue un apasionado del juego. Allí conoció a De Vicenzo por primera vez y muchos años después volvieron a encontrarse en el San Isidro Golf. Los recuerdos de aquellos días en Puerto Belgrano estaban bien presentes y en una de esas visitas del Maestro a mi club fue cuando lo conocí personalmente.

De chico recuerdo caminar los fairways de Acantilados y de Playa Grande mirando y admirando cómo jugaba, tratando de aprender de cada golpe que pegaba y disfrutando cada una de sus victorias. Sabía quién era y lo que había hecho en su carrera, pero no tuve real dimensión de su grandeza hasta 1981. En aquel año hice mi primer viaje representando a la Asociación Argentina de Golf, a dos torneos de menores de 21 en Bélgica y Francia. Cuando llegamos a St. Nom La Breteche, en donde años después Eduardo Romero ganara su primer título en Europa, me fui directamente a dejar mi bolsa en la casilla de palos. En mi nulo francés traté de explicarle al hombre quién era y de que país venía, pero en cuanto me entendió que era de Argentina le cambió la cara. Me hizo pasar al fondo de la casilla y allí, en una pared gigante tenía las fotos de todos los grandes jugadores que había pasado por allí. En el medio, la más grande era la de De Vicenzo. “Roberto venía siempre a visitarme por las mañanas y juntos tomábamos café y charlábamos por un largo rato. Era el único de los grandes que lo hacía. Un gran jugador y un excepcional ser humano”, me dijo el hombre encargado de cuidar los palos. Ese primer impacto se repitió cada vez que visitaba un club en Gran Bretaña en donde todos, sin excepción, me nombraban a Roberto cuando se enteraban de que era de Argentina. Pero mi mejor historia con De Vicenzo llegó en 1988.

A los 65 años había anunciado que ese sería su ultimo Abierto de la República como competidor, porque si bien jugó algunos más, siempre lo hizo más en carácter ceremonial. No me acuerdo la fecha exacta, fines de noviembre o principios de diciembre, pero sí recuerdo que hacía muchísimo calor y que el país estaba convulsionado por una revuelta militar. El hecho que el Abierto tuviera como sede al Hurlingham Club, pegado a Campo de Mayo, hacía que todo fuera más complicado, pero la Organización decidió seguir adelante con el Campeonato. Se me ocurrió jugar bien y cuando entregué la tarjeta el sábado me di cuenta que tenía el mismo score que De Vicenzo. Sabiendo que era su despedida del Abierto no podía perderme la chance de jugar con él la ronda final, con lo que lo encaré directamente a Armando Silva y le “sugerí” que me gustaría jugar en su mismo grupo. La respuesta de Armando no tardó un segundo en llegar: “ya sabés con quien tenés que hablar”. Ese era Víctor Zemborain y allí fui. La respuesta también fue inmediata: “Si te toca, jugarás con De Vicenzo”, me dijo Vicky. No sé si me tocaba o no, pero lo cierto es que aparecí en el horario junto a De Vicenzo.

El día final hizo más calor que los anteriores, había muy poco público por el conflicto militar y el Campeonato quedó en manos de Miguel Fernández con 264 golpes, 20-bajo par, score que todavía hoy es récord para el Abierto. La historia termina, o mejor dicho empieza, cuando salíamos del green del 15. Roberto me pone la mano en el hombro y con su tremenda voz me dice: “Pibe, vamos a terminar 3-3-3”. No veníamos muy bien, pero le dije que sí. Por supuesto no lo logré, pero De Vicenzo hizo birdie el 16, en el 17 le dio una bomba por arriba de los eucaliptus de la derecha para dejarla a menos de 100 yardas (hoy es bastante más fácil con los palos y pelotas de estos días). La arrimó perfecto y anotó otro 3. En el 18, pegó un golpe de salida muy largo, pero no alcanzó a doblar el dogleg y se metió en el rough de la derecha, casi sin ángulo para atacar la bandera. Pegó un buen approach y le quedó un putt de unos 5 metros. El golpe fue perfecto, pero a último momento se cayó, dio media vuelta al hoyo y quedó colgada del otro lado.

Lo que protestó ese hombre no se los puedo contar. Callado me fui a la carpa de scoring sin entender mucho el porqué de su enojo. Le firmé la tarjeta de 66 golpes y cuando se la entregué lo felicité por el score y le pregunté el porqué de su bronca. “Pibe, si metía la última hacia 65 e igualaba mi edad en mi despedida del Abierto”.

Ahí entendí todo lo grande que era el personaje. Siempre jugaba por algo, cada golpe valía y todas las veces que salía a jugar lo hacía con un objetivo bien claro. Ese día aprendí exactamente eso, que siempre hay que jugar con un objetivo, aunque no vayas peleando el campeonato.

A 100 años del nacimiento de Roberto De Vicenzo vaya mi recuerdo para un golfista extraordinario y un tipo excepcional.

Gracias Maestro por aquellos 18 hoyos que quedaron para siempre en mi recuerdo.

Roberto De Vicenzo | Highlights | The Open at Royal Liverpool 1967:

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Esta entrada tiene un comentario

  1. Javier

    muy linda historia y que placer haber compartido 18 hoyos con el Maestro

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