En un US Open donde había tantos grandes nombres en danza buscando el tercer major del año, quizás el de Wyndham Clark es el que menos atención despertaba. Solo aquellos que están muy metidos en el mundo del golf conocen el talento que tiene este chico de 29 años nacido en Denver.
Y eso fue justamente lo que trabajó su psicóloga en estos días. Cada vez que la gente aliente a Fowler o escuche ovaciones por McIlroy o Scheffler que esto sea el combustible para que él pueda sacar lo mejor de sí y que a partir de ahora ya nadie pueda olvidarse el nombre de Wyndham Clark.
Entre lo que ya sabemos, por lo que nos contó la transmisión de la televisión es que su madre, Lise murió cuando él tenía 19 años. Ella fue la que lo introdujo en el mundo del golf y la que lo llevaba de aquí para allá a todos los torneos, era su gran soporte.
A partir de allí, Clark deambuló por los campos de golf enojado con la vida, rompiendo palos, abandonando rondas y hasta vaciando su locker en Oklahoma State como renunciando al equipo. En 2016 lo transfirieron a Oregon y allí John Ellis lo tomó bajo su ala y lo llevo en su camino hasta el profesionalismo. Tanto que fue su caddie cuando pronto consiguió su tarjeta para el PGA TOUR.
Pero la victoria no llegaba en los plazos que Wyndham esperaba. Su ansiedad y su confianza en su juego lo hacían creer que la victoria tenía que llegar más temprano que tarde. Era tal su frustración y su enojo cada vez que dejaba pasar un chance que una vez directamente su equipo lo bajó de un torneo para ir a ver a la psicóloga con la actualmente trabaja, Julie Elion.
Su camino cambió rotundamente y eso ya se empezó a ver esta temporada cuando superó 16 cortes en forma consecutiva, con 5 top-10 y estas dos victorias. Sus estadísticas reflejan el gran momento en el que está. Es el segundo jugador con más birdies en el PGA TOUR y es el segundo jugador con más águilas también en el Tour.
Hoy, después de su victoria en el US Open, ya nadie se olvidará de él. Su nombre quedó marcado a fuego en los grandes campeonatos del mundo del golf. Y ese campeón al que su madre le pedía que no se dejará vencer y que tenía el talento para ser el mejor del mundo, hoy mira al cielo y con un guiño le dice “Misión cumplida”.