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¿Y dónde están las golfistas de Latinoamérica?

¿Y dónde están las golfistas de Latinoamérica?

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Estamos en plena temporada de buen golf en el PGA Tour, con los majors, y en todos los casos con bolsas millonarias, difíciles de dimensionar. Si a esto, además le sumamos la danza de millones del LIV, la pregunta que queda es: ¿por qué no baja ese financiamiento a las mujeres?

En todo el mundo, las federaciones hacen enormes esfuerzos por motivar, juntar y enganchar a las mujeres desde muy temprana edad en el golf. Latinoamérica no está ajena a esto, dado que se invierten más recursos en las niñas, se hacen programas que combinan lo deportivo con lo social; se mezclan grupos de diferentes edades, de manera que las mayores motiven a las nuevas generaciones; se preparan programas más enfocados; las distintas escuelas tienden a agruparlas; pero pese a todos estos esfuerzos las jugadoras que llegan a las grandes ligas son muy pocas. La pregunta es ¿porqué?

Actualmente, existe un buen contingente de mujeres estudiando en Estados Unidos y jugando en el circuito Universitario, pero una vez que finalizan sus carreras, muchas de ellas desaparecen. La gran mayoría vuelve a sus países de origen, a trabajar en sus respectivas profesiones y a tratar de mantener el nivel en las competencias del Tour Amateur. Las que prefieren dedicarse, se les hace cuesta arriba conseguir auspicios y jugar al mismo tiempo, y como no cuentan con los fondos necesarios para jugar con tranquilidad, al poco tiempo desisten. Lo anterior, sumado al hecho que no existe un circuito profesional femenino en Latinoamérica, y la única alternativa es competir mano a mano con los hombres, lo que dista mucho del fairplay.

A diferencia de Latinoamérica, en Asia y en Europa, si existen tours que le permite a las nuevas golfistas probar suerte, jugar, competir y mantenerse, lo que ha generado que muchas golfistas estén llegando al LPGA. En Asia, específicamente, la gran cantidad de auspiciadores del Tour femenino ha permitido la consolidación del mismo, y le ha abierto las puertas a jugadoras que vienen de college, haciendo una escala previa antes de saltar al LPGA.

Aunque ya se han hecho avances y se han elevado las bolsas de premios del LPGA, a nivel de iniciación, falta mucho por hacer. A lo mejor, financiar un tour femenino en Latinoamérica, o armar un fondo que apoye a las jugadoras que están recién comenzando profesionalmente, sería una buena iniciativa para fomentar el golf femenino en esta parte del mundo, lo que no necesariamente requeriría de cifras muy abultadas, pero si un compromiso por parte de los entes rectores del Golf Mundial.

Ojalá que iniciativas como en ANWA se traduzcan en un mayor apoyo a las nuevas golfistas que quieren entrar al deporte profesional, y no solo en la oportunidad soñada de alcanzar el punto culmine del golf femenino amateur, jugar en una cancha donde solo algunos privilegiados pueden llegar, para luego hacerse la temida pregunta y ahora ¿qué?

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